La AEP manifiesta su compromiso con la salud de los menores afectados por la dana y ofrece recomendaciones para proteger su bienestar



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  • Un 25% de los menores expuestos a una catástrofe medioambiental desarrollan síntomas de trastornos de estrés postraumático, ansiedad, depresión o ataques de pánico que se prolongan en el tiempo
  • Un análisis realizado a 1.100 escolares de Los Alcázares (Murcia) reveló una mayor incidencia de gastroenteritis y problemas respiratorios por exposición a aguas contaminadas, moho de la humedad y polvo en suspensión 
  • El informe Impacto de las inundaciones en la salud de la infancia y adolescencia: un enfoque ambiental y comunitario incide en la necesidad de políticas de prevención ante el aumento global de los desastres climáticos 

La Asociación Española de Pediatría (AEP) manifiesta su solidaridad con las familias afectadas por el violento temporal que está asolando varias comunidades autónomas españolas y recuerda el impacto que estos fenómenos climáticos tienen sobre la salud física y mental de los menores. A través de su Comité de Salud Medioambiental (CSM-AEP), la AEP ofrece recomendaciones específicas para proteger el bienestar de los menores ante el impacto de las riadas basadas en un informe exhaustivo que ha revisado las evidencias científicas sobre el impacto en la salud infanto-juvenil a corto y largo plazo de este tipo de fenómenos y un estudio realizado en 2019 tras las danas que afectaron a varias poblaciones de la Región de Murcia, en la zona del Mar Menor.

El citado estudio del CSM-AEP se realizó en colaboración con la Unidad de Salud Medioambiental Pediátrica del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca, de Murcia, e investigó el impacto en la calidad de vida relacionada con la salud en 1.100 escolares de 7 a 18 años, residentes en la ribera litoral de Los Alcázares, afectada por las inundaciones de septiembre de 2019. 

Los resultados del análisis evidenciaron una alta incidencia de enfermedades infecciosas como gastroenteritis y problemas respiratorios debido a la exposición a aguas contaminadas y moho en viviendas afectadas, polvo en suspensión de los lodos secos, además de síntomas de estrés y ansiedad en los menores. Alrededor del 14% de los escolares reportaron problemas respiratorios, como asma y otros problemas, causados o agravados por las inundaciones y la humedad persistente en las viviendas.  

También el polvo en suspensión, al secarse el lodo, se mantuvo durante varios meses. El 11% de los participantes sufrió episodios gastrointestinales, y un 9% experimentó picaduras de mosquitos agravadas por la presencia de agua estancada. Las consultas médicas aumentaron, particularmente entre aquellos con enfermedades crónicas previas, como asma.

El informe Impacto de las inundaciones en la salud de la infancia y adolescencia: un enfoque ambiental y comunitariose dirige especialmente a los pediatras y profesionales sanitarios de atención primaria, a las familias y comunidades que viven en zonas inundables y a los alcaldes y gestores sanitarios. “Es crucial recordar que los menores son especialmente vulnerables en estas situaciones de emergencia, tanto por las secuelas físicas que pueden desarrollar al estar expuestos a ambientes contaminados, como por el impacto emocional de vivir estas catástrofes”, destaca el doctor Juan Antonio Ortega, coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la AEP y uno de los autores del documento. “La solidaridad y el apoyo a estas familias deben acompañarse de una atención cuidadosa a la salud infantil y de una preparación adecuada para abordar estos problemas en el corto y largo plazo”, añade.

En el documento se detallan los efectos a corto y largo plazo, a partir de los 6 meses, y los problemas medioambientales a los que se enfrentan los pediatras de atención primaria y las familias de zonas inundadas. Después de las inundaciones hay que prestar especial atención a la seguridad e integridad física y a problemas como la potencial contaminación de las aguas, la presencia de moho en las viviendas, intoxicación por monóxido de carbono por uso de generadores y otros dispositivos y contaminación por metales pesados, asbestos y otros productos químicos. 

La exposición a inundaciones durante el embarazo se ha asociado también a un menor peso al nacimiento en los meses posteriores y de salud en la descendencia. Pero llama la atención que, aproximadamente un 25% de los menores que han estado expuestos a una catástrofe medioambiental han desarrollado síntomas de trastornos de estrés postraumático, ansiedad, depresión o ataques de pánico. “Los niños reaccionan a los desastres medioambientales de una forma muy diferente a los adultos, debido a que su cerebro emocional, cognitivo y conductual y sensorial está en desarrollo”, subraya el doctor Ortega.

Recomendaciones para la actuación del pediatras y la importancia del enfoque comunitario

Basándose en estas conclusiones, el informe recalca la necesidad de que los pediatras adopten un enfoque ambiental y comunitario en el tratamiento de los menores afectados por fenómenos de inundación. Entre las recomendaciones destacan la escucha activa a los menores para transformar la experiencia en una oportunidad de resiliencia, fomentando en ellos un rol activo y de superación. “Es necesario hablar con ellos de lo que ha pasado y de lo que está ocurriendo. Es importante que puedan hacer sus preguntas y también ayuda evitar los silencios en su presencia. Con la experiencia ganada en el estudio realizado en el Mar Menor, sabemos que se preocupan mucho de que vuelva a ocurrir un desastre y concilian el sueño con dificultad. A los más pequeños hay que hacerles saber que hay mucha gente trabajando por ayudarles a ellos y a la comunidad”, comenta el pediatra

En este sentido, se plantea la idoneidad de crear redes de apoyo psicológico y comunitarios que brinden acompañamiento continuo a los menores. Este enfoque resulta fundamental para detectar tempranamente síntomas de trastorno por estrés post-traumático (TEPT), insomnio u otros trastornos psicológicos y para que las familias reciban la orientación adecuada sobre recursos de ayuda.

Igualmente, se señala la importancia de proporcionar a las familias herramientas de apoyo y de generar redes de colaboración con instituciones locales, como escuelas y centros de salud, para ofrecer pautas con el fin de mejorar la calidad del aire interior y exterior, asegurar el agua potable, manejar los artículos del hogar contaminados por las inundaciones, el control de mosquitos y plagas, etc. 

Los efectos de las inundaciones en la salud infanto-juvenil pueden prolongarse más allá del evento inmediato y su estudio es objeto de creciente interés científico. Si bien todavía son muy pocos los estudios, se ha observado un incremento de enfermedades crónicas respiratorias, como asma, problemas digestivos, del riesgo cardiovascular, de la pérdida de calidad de vida y el incremento de visitas al médico, así como alteraciones en el estado nutricional. 

La guía incide en la necesidad de colaboración comunitaria y políticas de prevención ante el aumento global de los desastres climáticos. Así, se dedica un capítulo a la necesidad adoptar políticas que ayuden a mitigar los efectos en la salud de las comunidades afectadas, especialmente de los menores y, entre otras, se citan medidas como facilitar el acceso a servicios médicos, apoyo en salud mental, rehabilitación y un manejo adecuado de las enfermedades crónicas. 

Retorno seguro a casa

El documento detalla también algunas medidas esenciales para el regreso a las zonas afectadas, especialmente enfocadas en garantizar un entorno seguro para niños y adolescentes:

  • Asegurar el restablecimiento del suministro de agua potable, cumpliendo con las normativas de contaminantes biológicos y químicos, junto con el restablecimiento de electricidad y gas. También se debe garantizar el suministro de alimentos infantiles, medicamentos y acceso a servicios médicos.
  • Es fundamental que el sistema de alcantarillado funcione adecuadamente y que la recolección de basura sea regular, para prevenir riesgos de salud.
  • Escuelas, guarderías y áreas de juego deben ser evaluadas para asegurar que están libres de peligros ambientales. Las zonas exteriores, como parques y patios de juego, deben limpiarse antes de permitir el acceso de los menores. 
  • Los edificios residenciales deben ser evaluados para detectar daños, y decidir si necesitan demolición, reconstrucción o reparaciones menores. Si es necesaria una rehabilitación integral, se recomienda que los menores no vuelvan hasta que se complete la obra para evitar exposición a contaminantes.
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